Hoy se cumplen 38 años de la tragedia que tuvo lugar en Florida o, mejor dicho, sobre Florida. El transbordador Challenger de la NASA se disponía a realizar una de sus misiones más importantes pero aquel día todo salió mal delante de los ojos de millones de personas.
La décima misión del Challenger
El programa de los transbordadores espaciales de la NASA estaba en sus épocas bajas. El interés por la aventura espacial había disminuido considerablemente y cada vez había más voces criticando el enorme gasto del presupuesto público que la agencia espacial se estaba llevando del impuesto de los norteamericanos. Y eso era realmente preocupante dado que esta misión solo era la vigesimoquinta del programa de los transbordadores espaciales.
Por ello, a la NASA se le ocurrió que sería un buen momento mandar el mensaje de que el espacio estaba al alcance de todo el mundo, de una simple persona cualquiera. Para ello, la NASA organizó un concurso anunciado por el propio Ronald Reagan para encontrar a un profesor que pudiera ser enviado al espacio. Entre más de 11.000 candidatos, se seleccionó a la profesora Christa McAuliffe, quien sería además el primer civil enviado al espacio.
La misión originalmente iba a despegar el 22 de enero, pero una serie de retrasos técnicos y climáticos hizo que la misión finalmente fuera programada para el 28 de enero, un día inusualmente frío en Florida en el que se alcanzaron temperaturas de -3ºC.
Por supuesto, el objetivo primario de la misión STS-51-L era la puesta en órbita de dos satélites: el TDRS-B y el SPARTAN-Halley. El primero era un satélite de comunicaciones y el segundo era un satélite de investigación para el cometa Halley.
El SRB
Los transbordadores espaciales de la NASA estaban diseñados para ser ayudados en el despegue por un equipo externo al propio transbordador. El transbordador utilizaba sus tres motores Rocketdyne de combustible líquido (hidrógeno y oxígeno) para producir aproximadamente el 17.37% del total de la fuerza necesaria durante el despegue. Estos motores obtenían el combustible del gran tanque naranja al que el transbordador estaba anclado.
Pero la mayor parte de la fuerza de despegue provenía de los cohetes de combustible sólido o SRB (Solid Rocket Booster), anclados a los lados del tanque principal y que eran reutilizables. Cada uno de estos cohetes pesaba 590.000kg y entre los dos aguantaban en la plataforma el peso del propio transbordador y del tanque central. Los SRB se impulsaban gracias a una reacción oxidante de perclorato de amonio y polvo de aluminio atomizado, que servía de combustible. Entre los dos SRB, proporcionaban casi el 83% de la fuerza necesaria para el desepgue.
La combustión de estos cohetes no se podía detener una vez iniciado el proceso, que duraba 242 segundos. Durante este tiempo, el conjunto alcanzaba una altitud de 46km sobre el nivel del mar. En ese momento, los SRB se desprendían y caían de vuelta a la tierra, desplegándose unos paracaídas que frenaban su caída. Los SRB eran recuperados del agua y reacondicionados para otros vuelos.
El reacondicionamiento y la recarga de combustible se realizaba en UTAH y los cohetes eran enviados por ferrocarril a Florida, donde eran ensamblados en las instalaciones de la NASA en el Centro Espacial Kennedy. Aunque cada SRB estaba formado por siete partes, al Centro Espacial solo llegaban 4, pues el resto se ensamblaba en origen.
Todo por una junta tórica
Como hemos explicado antes, los SRB estaban formados por siete partes. Entre estas partes, se introducía en el momento del montaje una junta tórica y masilla resistente al calor para sellar las uniones. Aquel 28 de enero, una de las juntas tóricas del SRB falló.
Aquel 28 de febrero, hacía mucho frío y llevaba varios días haciendo un frío inusual, por lo que la goma de la junta tórica pudo haber sufrido agrietamiento debido al hielo. Hay que recordar que el clima en Florida es muy húmedo y con esas temperaturas negativas la aparición de hielo es muy propensa, lo que puede debilitar las juntas.
En los análisis posteriores, se descubrieron imágenes con el SRB derecho emitiendo un humo negro inusual, lo que podría demostrar que el sello entre dos de las secciones del SRB no era correcto, siendo un punto débil por el que escapaba energía que dañaba aún más las juntas.
El despegue del Challenger de aquel día sin embargo se había producido de manera normal a simple vista: el conjunto aceleró al 104% para el despegue y a los 28 segundos después del lift off, comenzó la deceleración que duró unos 23 segundos, hasta que el Challenger superó MACH 1 y el punto max Q (punto de máxima presión aerodinámica). Una vez sobrepasado este punto a los 52 segundos, se volvió a acelerar hasta el 104%. 7 segundos más tarde, las cámaras captaron una fuga de fuego saliendo del SRB derecho.
Nunca explotó
Al contrario de lo que se cree, el Challenger nunca explotó. Lo que ocurrió fue que el SRB derecho causó una sobrecarga en la estructura, a pesar de que el conjunto ya había pasado el max Q. El tanque central de combustible líquido del Challenger se desintegró, dejando detrás de sí una gran nube de vapor de agua y agua. El SRB había comenzado su separación a los 72 segundos del despegue y a los 75 se pudo ver la gran nube de vapor. Los SRB siguieron volando sin control durante unos 37 segundos más.
Este accidente, el primero de un transbordador espacial de la NASA, costó la vida a 7 personas (de izquierda a derecha): Ellison S. Onizuka, Sharon Christa McAuliffe (la profesora) Greg Jarvis y Judy Resnik en la fila de detrás y Michael J. Smith, Dick Scobee y Ron McNair en la fila de delante.
Los restos mortales de los astronautas fueron llevados a la Base Aérea de Dover (sobre la que os hablamos en este artículo) para su identificación. Solo pudieron ser identificados 3 de los 7 ocupantes: Dick Scobee y Michael J. Smith fueron enterrados en el Cementerio Nacional de Arlington. Elisson Onizuka fue enterrado en Hawái y los restos no identificados de los 4 miembros restantes del equipo fueron enterrados en el Monumento al Transbordador Challenger de Arlington.
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